jueves, 26 de febrero de 2009

4ª Semana -Tizón


El día que Diego, el ayudante de cocina, estuvo en casa de Tizón anotando recetas de cocina (que, por cierto, copió una de “garbanzos esparragados con acelgas” que tiene pinta de ser una maravilla, -a ver si un día la doy a conocer...), durante la conversación salió a relucir el nombre del restaurante (“ventorrillo” para nuestro personaje): La Gata Parda.

A lo que Tizón comento:

- ¿No era “El Gato Pardo”?

- No, hombre, no: “La Gata Parda” –volvió a aseverarle el amigo.

- Bueno, tampoco es un error tan grande...

Aclarado lo que podría parecer una incongruencia, volvamos a la actualidad cotidiana...
...

- ¡Pues no que ha pasado el día 14, de los enamorados, y no he sido capaz de regalarle, aunque fuera una postal a Juana, la chavalita que me gusta..., la que vive en la esquina del bloque...! ¡Desde luego, así voy a encontrar yo novia, enseguida...!

- ¡Hay que ver...! ¡Ya que me la tenía medio “anguaá”...! Y mi madre que no hace más que decirme que a ver si me busco una novia..., que tengo más de treinta años y me voy a quedar “mocito viejo”... ¡Ya ves tú... con lo bien que se vive soltero...!

- Hoy que hace bastante levante y que los barcos no van a salir a faenar, voy a aprovechar para coger unas cuantas tagarninas y unos cuántos cardos para tener contenta a mi madre. De camino tengo que coger unos cuantos caracoles para pescar en la playa.

Con estos y otros pensamientos iba desperezando su mente Rutilio (“Tizón” para amigos y conocidos), mientras se vestía con cierto aire de desgana.

Después de desayunar pan con “manteca colorá” y un vaso de café, cogió dos bolsas de plástico y un cuchillo “con sierra”.

- “Má”, hoy te voy a coger unas tagarninitas y unos cuantos cardos...

- Y ¿por qué no me traes algunas borrajas y algunas acelgas? - solicitó la madre, aprovechando rápidamente la oportunidad.

- “Má”..., si las borrajas ya están “al tallo” y no se pueden coger..., y las acelgas, casi seguro que no hay en el sitio al que voy hoy..., pero, bueno..., miraré...

Salió rápidamente Tizón en busca de su amigo Juanito “Tolete”, un chaval algo disminuido psíquicamente, con el que le gustaba ir al campo a buscar verduras comestibles. Se sentía bien en compañía de su amigo, porque se sabía el dominante y, para Tolete, él era el maestro y el ejemplo a seguir. ¡Vamos, que se sentía importante cuando estaban juntos en el campo o en la playa!, aunque hay que reconocer que cuando pescaba no le gustaba llevarlo porque le armaba la grande con los aparejos de pesca...

- Quillo, vamos a ir por el lado de “La huerta perdía”, que me han dicho que hay muy buenas tagarninas y bastantes caracoles. ¿Has cogido el cuchillo y algunas bolsas?

- Sí, sí, -le contestó animadamente “Tolete”, -he cogido tres bolsas y un cuchillo muy bueno... ¡Vámonos ya...!

A pesar del levante, que soplaba con fuerza, emprendieron el camino, en dirección norte; a Tolete, nada más iniciar la marcha, la impaciencia por llegar le salía por los poros y le hacía apresurarse, por lo que Tizón tuvo que refrenarle un poco diciéndole:

- Tranquilo, quillo, tranquilo..., no vayas a creerte que eso está ahí mismo..., que está por lo menos a 5 kilómetros... (El lugar al que se dirigían era una zona en la que existía una huerta abandonada por sus antiguos y desconocidos propietarios, que se encontraba a unos tres kilómetros y medio del barrio periférico de “La Lucsa”).

Ya en la zona, una especie de meseta irregular desde la que se divisaba el mar y parte de la ciudad, nuestros personajes, afanados en la pequeña faena, no saboreaban. al menos de momento, el magnífico espectáculo que le regalaba la Naturaleza, tan espléndida en nuestra tierra.

Finalmente, se sentaron para pelar las tagarninas y Tizón le comentó a su compañero:

- ¡Hay que ver, lo bonito que es el mar...!

A lo que “El Tolete” contestó, tomando un tanto por sorpresa a Tizón:

- Sí..., pero... ¡más bonita es la tía esa que viene por ahí...!

Tizón se giró, algo extrañado por lo que decía su compañero y vio a una mujer que salía de entre unas alambradas en muy mal estado, de lo que había sido la antigua huerta, donde aún había algunos árboles frutales dejados de la mano de Dios...

Efectivamente, era una guapa mujer, con una vestimenta poco llamativa, pero que no disimulaba los encantos femeninos de los 25 años que podría tener.

- Pues sí que está buena, - comentó, pero..., ¡a esa tía la conozco yo!, es una que se pone muchas veces a pedir, con un letrero, en la entrada del supermercado... Yo creo que es rumana... ¿Qué hará por aquí...?

Se levantó con presteza y se dirigió decididamente a ella:

- ¡Tía, qué! ¿Quieres lío o qué...?

La rumana, algo sorprendida y un tanto dubitativa por no entender claramente lo que le decía, aunque lo imaginaba, señalando hacia atrás, balbució:

-... Padre, madre, familia..., campo...

Estas palabras refrenaron el ímpetu de Tizón y levantando las manos en señal de paz, pero continuando la marcha en dirección a donde señalaba la chica, respondió:

-Vale, vale, tranquila, no pasa nada...

Se asomó al interior de lo que, en tiempos había sido la huerta y comprobó que había un par de chabolas que, aprovechaban los muros y tabiques, todavía en pie, de alguna construcción antigua y utilizaban chapas de bidones y madera de muebles viejos para hacer habitable el conjunto. Hasta hasta entonces no había podido ver estos habitáculos de circunstancias debido a los accidentes del terreno y a la vegetación existente. En la entrada del primero de ellos, había una señora algo mayor que, al parecer se afanaba en encender una especie de anafre; el segundo parecía cerrado a cal y canto y en él no se apreciaba ningún movimiento.

Con la sorpresa todavía latente, se dirigió hacia a la chica rumana que había continuado andando en dirección a la ciudad y cuando la alcanzó, intentó entablar conversación con ella:

- ¿Tú vives aquí? Yo es que te he visto en la puerta del Super...

- Si yo vive aquí... pero no trabajo... por eso pedir... yo... niño pequeño... con padres... y una prima...- contestaba, algo turbada, la chica.

- ¿Y tu marido, dónde está...?

- Yo no marido..., novio en Rumanía..., ¡por favor!..., dejar sola...

- Entonces, ¿no quieres que te acompañe?

- No, ¡por favor!... yo sola...

- Vale, vale, tranquila...

Volvió Tizón, algo mohíno, al lugar donde su compañero pelaba diligentemente las tagarninas, comentando en voz baja:

- ¡Pues a esta tía me la tengo que ligar...! ¡Tan difícil no puede ser...!

Terminadas de pelar las tagarninas, se dedicó a coger unos cardos, tarea no fácil, ya que los pinchos de los cardos parecen tener vida propia y buscar la carne con fruición, por lo que te los clavas con una facilidad asombrosa, con un resultado altamente doloroso.

Se marchaban ya, cuando cayó en la cuenta de que le había prometido a la madre mirar si había acelgas y, en ese momento, recordó que necesitaba caracoles para la próxima pesca.

- ¡Con el lío este de la rumana, se me habían olvidado las acelgas y los caracoles, cojones...! ¡Vaya tela...! Vamos a dar un rodeo por aquí, que tiene que haber por algún lado, porque esto antes fue una huerta... ¡Ah! y me tienes que dar una bolsa para los caracoles, que yo nada más que he traído dos...

- Quillo, te ha gustado la rumana... ¡¿eh...?! – le comentó sonriendo Tolete.

- Sí, pero tú tranquilo que ya verás como cae... ¡Venga, vamos por los caracoles y a ver si hay acelgas. Si ves alguna me avisas ¿vale?

No tardaron en dar con lo que andaban buscando, en la parte de la meseta más protegida del levante, donde además existía una edificación, en perfecto estado, que, por las entrada y salidas de cables que se apreciaban, le pareció un transformador o algo por el estilo. Allí fue donde pudo coger todos los caracoles que quiso.

- Quillo, ¡esto está listo ya! Y todavía nos va a dar tiempo de ir a la fábrica por “cocido”, que hasta las tres de la tarde se puede coger. Me ayudarás a coger un cubo de cocido ¿no?

- Sí, pero tiene que ser antes de las dos, porque mi madre me pone la comida a las dos y yo tengo que ser puntual, ¿sabes?

- Sí, hombre, tú no te preocupes, que estaremos antes de las dos..., pero nos tenemos que “dar una bullita”.


Francisco.

viernes, 13 de febrero de 2009

3ª Semana Tizón

Ayer no hubo suerte en la “inspección” de la cartera de mi padre. ¡Y mira que me costó trabajo cogerla!; se acostó vestido y, encima, mi madre le tapó con una manta. ¡Un numerito, para nada! ¡Ya ves tú..., tenía encima un billete de cinco euros...! Pero no podía quitárselo... porque se iba a dar cuenta... En fin, para otra vez habrá más suerte...
Hoy no he salido muy temprano, pero me dirijo a dar una vuelta por el puerto y, ¡lo que son las casualidades de la vida!, al pasar por la plaza de abastos, –es que me gusta ver el pescado y esas cosas...-, me he encontrado frente a frente con Diego, un chaval de Conil, que trabaja en uno de los ventorrillos (creo que se llama “El gato pardo” o algo así) que hay cerca de la gasolinera; es el que me pidió algunas recetas de mi madre...
- Quillo, ¡qué cosas...!, ayer mismo estaba yo pensando en ti y te iba a escribir algunas recetas, lo que pasa es que estaba un poco cansado...
- Hombre, Tizón, ¡no hay quien te vea! Mi jefe me ha preguntado varias veces por ti. ¡Como ya no nos llevas ni pescado ni algún canutillo de esos que a ti te gustan...!
- Mira, Diego, lo de los canutos lo he dejado del todo, porque un guardia civil, amigo de mi padre, me avisó muy seriamente de que me tenían vigilado y que iban a por mí, así que, yo seré lo que sea, pero no me quiero ver en Puerto II... En cuanto a lo del pescado, te puedo decir que este año, hasta la fecha, no he cogido en la playa ni un “vivo”, –entre los temporales y el frío, no ha habido forma humana...; el único pescado que he visto es el que he podido arramblar en el puerto o el que me han regalado algunos colegas que están embarcados...; pero no te preocupes que ya vendrán buenos tiempos y volveré a coger “bailas y magallones”... y si queréis las “lisas”, también las puedo coger para llevároslas...
- Bueno, tú sabes que las “lisas” sólo te las compramos si no hay pescado de categoría... ¡Tú ya sabes...! Por cierto ¿qué hay de las recetas...? ¿Te las da tu madre o qué?
- Quillo, no hace falta que me las dé mi madre, porque en mi casa hay un libro de recetas que escribió un tío abuelo que se llamaba Curro y que son las mismas recetas que hace ella, lo que pasa que mi tío estaba un poco “guillao” y las escribió en verso, pero, ¡vamos!, eso no tiene nada que ver..., se entienden perfectamente, ¡hasta yo las entiendo...!, bueno, hay algunas cositas que..., pero, ¡en fin...!
- Bueno, pues déjame el libro y yo las voy copiando...
-¡Uf! ¡Cualquiera le dice a mi madre que voy a prestar el libro...! Le tiene un cariño que no veas... ¡Es capaz de pegarme...! Lo que podemos hacer para hacerlo fácil, es que tú vayas un día a mi casa y entre los dos copiamos lo que haga falta...
- Mira tú, no es mala idea... Nos pondremos de acuerdo. Yo he venido con la furgoneta del restaurante, a comprar unos salmonetes y unas doradas que me ha encargado el cocinero, y después tengo todo el día libre hasta las 8 de la tarde que tengo que volver a currar.
Yo, que vi la posibilidad de conseguir “algo”, le comenté a Diego:
- Quillo, pues te acompaño a comprar y tú me acompañas un momento al puerto por si ha llegado alguno de mis colegas y te puedo conseguir algún pescadito barato...
- Vale, - me dijo Diego, - yo no tengo mucha prisa...
Con la compra hecha y ya en el puerto, en una hora y media conseguí un par de “voraces” y unos dos kilos de “besugos” medianos. Como Diego no quería comprometerse, le acompañé hasta el restaurante y convencí a su jefe para que me comprara el lote: saqué veinticinco euros, que no estaba mal y me invitaron a dos cervezas...
Todavía no eran las doce y Diego me dice:
- Yo ahora estoy libre, ¿por qué no nos llegamos a tu casa y hacemos algo de lo de las recetas?
- Por mí vale. ¿Y cómo nos vamos?
- Cogemos el autobús que para cerca de la puerta o hacemos auto-stop...
No tuvimos que hacer ninguna de las dos cosas, porque un cliente que iba para el centro se ofreció a llevarnos. Nos dejó muy cerca de mi casa, a la entrada del barrio de “La Lucsa”.
- Hola, mamá, tú ya conoces a mi amigo Diego, el que te comenté que trabaja de ayudante de cocinero y, más adelante, cuando pueda, quiere montar una casa de comidas. Ha venido por lo de las recetas.
Mi madre, rápidamente comentó: - Ah, sí, pero tened mucho cuidado con el libro, ¿eh?, que es un regalo de mi tío Curro el escritor.... Y, dirigiéndose a Diego: -¿quieres una cervecita o un cafelito? (Para esas cosas de las visitas, mi madre es muy cumplida...).
- No, señora, muchas gracias, -contestó mi amigo.
Busqué el libro y yo y mi amigo nos metimos en mi cuarto.
Yo, que llevaba una idea fija, comencé a buscar y rápidamente encontré la primera receta que quería que copiara.
- Fíjate, te voy a leer esta receta, a ver si te gusta, ¡mi madre la hace que te chupas los dedos...!
- Mi tío Curro decía que eran “Recetas de pobres”. Ésta se llama: “Raya en pimentón” y la hacían mucho los marineros cuando comían en la mar...
- Te la leo primero para que te hagas una idea y después, si quieres, la copias.
- ¡Vale!

“Raya en pimentón”
Exótico y de pobre, pero magnífico,
el plato barbateño que ahora os regalo.
Los ingredientes
preparemos primero,
son bien sencillos:
Como es de lógica,
lo importante es la raya.
¡Que esté bien fresca!
Comino en grano
(también molido),
pimentón y vinagre,
son esenciales.
Pan, un poquito,
y aceite suficiente.
Sal que no falte...
Dientes de ajo,
sanos y de la tierra,
media docena.
Y algo moderno:
pastillita de caldo,
que da su punto...
Sólo nos queda:
agua, de la corriente
y ya está todo...
Limpiar la raya
y con mucho cuidado
despellejarla.
Cortarla en trozos
y salarla con mimo,
dejando aparte.
Preparar luego
la sartén, con aceite
y ajos picados.
A eso añadirle
el pan para que fría
con el aceite.
Ya todo frito
y apartado del fuego,
busca un mortero...
El pan, los ajos,
la pastilla de caldo,
todo el comino
y hasta el vinagre,
mezclaremos sin tregua
en el mortero...
Machacar fuerte
para hacer un conjunto
bien homogéneo.
...Va el pimentón,
en la sartén caliente,
fuera del fuego...
¡Mueve y remueve!
Incorpora la raya.
¡Sartén al fuego!:
y, sin pararte,
añade lo majado,
siguiendo el ritmo.
Limpia con agua
el mortero y la “mano”
que hemos usado;
esta agua añade
al conjunto de raya,
para cubrirla.
A fuego medio,
deja quince minutos
que se cocine.
Prueba de sal;
si hace falta, corrige,
mas sin pasarte.
¡Plato de Reyes!
No debe estar caldoso,
pero... a tu gusto...


- Al final, mi tío se explica: ("mano": la mano del mortero).
- ¿Qué te parece? Yo creo que esta receta es muy buena, a mí me encanta...y me harto de mojar pan en la salsa...
- Bueno, nunca la he probado, en la foto del libro tiene buena pinta... -Y sacando un boli y un bloc de esos que cabe en un bolsillo, -Voy a copiarla, anotando los ingredientes y la forma de hacerla, pero, sin versos, ni nada... ¡Ve leyéndomela otra vez, pero poco a poco...!

2ª Semana Tizón

El cafelito me ha sentado bien. Sigue lloviznando, pero me voy a llegar por la lonja porque ya va siendo hora de que lleguen los barcos..., la marea fue temprano, y seguro que están al caer... A ver si hay suerte y engancho algo...
- Es bueno el paraguas que atrinqué... ¡Menos mal que no hace mucho viento!
Llego pronto al puerto, sin tener que saltar muchos charcos, pero ya empezamos con las pegas para entrar en la zona de ventas; que si no eres comprador, que si no eres armador, que si no trabajas de marinero... ¡Pero si yo vengo a ayudarle a mis amigos! ¡Pregúntale, si quieres, a cualquiera de los patrones...! ¡Desde luego... parece mentira...!
¡Cada día es más difícil andar por la lonja y conseguir algún pescado! ¡Hay que ver cómo se ha puesto la vida, con tantos guardas y con tantas prohibiciones! ¡Es que ya no te dejan ni mirar...! Menos mal que tengo algunos colegas en los barcos...
- ¡Quillo...! ¿Cómo se ha dao la cosa...? ¿Regular? Bueno, ya habrá días mejores.
Al final de la mañana, ayudando a llevar las cajas a unos y otros, he conseguido cinco buenos jureles, un sargo muy bueno y ocho o diez caballas; no es demasiado, pero podré sacarle diez o quince euros y le llevaré a la vieja algún pescadito.
Hoy no he querido ni intentar meterle mano a las cajas, porque veía que la cosa no estaba muy buena y el ambiente que se respiraba era más bien de mosqueo..., así que me he conformado con lo que me han dado, que no está demasiado mal.
Después de malvender parte del pescado, llego a casa, como a las dos y media: ¡Má!, te traigo un sargo grande para que lo hagas con papas en amarillo o para que lo frías en trozos y unas cuantas caballas para que me hagas, esta noche o mañana, “caballa con fideos” y las que te sobren me las pones “en adobo”.
- ¡Hay que ver lo que te gustan las caballas con fideos y el adobo! –Me dice mi madre.
- No lo sabes tú muy bien – le contesto.
Por cierto, ahora que me acuerdo, le tengo que dar a un amigo, que me las pidió, algunas recetas de las que hace mi madre; yo digo que son “Recetas de pobre”, pero ¡no veas cómo están!
Mi padre no ha llegado y mi madre ya tiene preparado el almuerzo: tagarninas con pringá, una tortilla de papas y de postre una naranja. Me voy a poner como “El Quico”. Que conste que las tagarninas las he traído yo ¿eh? En esta casa no se gasta un euro en tagarninas, que para eso las cojo yo... ¡Ni en cardos, ni en acelgas...! ¡Vamos, yo cojo hasta las borrajas que aquí no las coge nadie...! Lo que no me atrevo a coger son las setas y los hongos, porque eso me da mucho miedo, que por ahí se ha muerto mucha gente, que lo escucho yo en la tele...
Después del condumio, estoy pensando en ponerme a escribir lo de las recetas. ¡Con el trabajo que me cuesta escribir! Pero, no, me parece que lo voy a dejar para otro día y me las voy a copiar de un libro de un tío-abuelo algo majareta, que le dio por hacer recetas en verso y hasta se lo publicaron. Yo creo que está bien pensado; ahora me voy a poner a ver la tele antes de que venga mi padre y se haga dueño del mando.
Después de comer me gusta ver el programa ese de “Saber y ganar”. ¡Hay que ver lo que saben los tíos esos...! Pero algunas veces los pillo, porque hay algunas contestaciones que yo sé y ellos no...
¡Ya está ahí mi padre! Pero, bueno, viene borracho como siempre. Espero que coma y se acueste.
Cuando se quede frito, se va a enterar: Le voy a dar un repaso en la cartera que no veas... Si es que le queda algo...

1ª Semana Tizón

Qué nochecita he pasado! ¡Pues no he estado toda la noche soñando con el Capitán de la Almadraba de Bolonia, que no hacía más que darme la bronca porque se había soltado una amarra de “La Testa” y me echaba a mí la culpa...!
Y yo le decía: - ¡Escucha... que yo soy “rana”, que no soy marinero...!
Pero ni caso...
Todo viene porque mi amigo Jesús me llamo ayer por teléfono para decirme que a lo mejor este año no montan las almadrabas, a cuenta de la poca cantidad de capturas y del lío que están armando los ecologistas... y, ¡claro!, me acosté preocupado, porque a ver como soluciono yo “la manteca” para este año...
Parece que se está nublando el día, pero me voy a llegar a la Cafetería “Expresa” que es en la que va a haber una reunión de “chalados”...
Veo poca gente; ya en la barra, espero al camarero para pedirle un cafelito con leche.
Comienza a reunirse “el personal” y me voy dando cuenta que la mayoría son patrones de embarcaciones, dueños de barcos y algún que otro “motorista”.
No tengo ni idea de para qué se reúnen, no era lo que yo esperaba, pero seguro que no es para nada bueno; no me gustan estos tíos, que siempre se las dan de listos...
Me levanto sin pedir nada, me voy para la puerta y, como veo que ha empezado a lloviznar, cojo, sin ningún titubeo, uno de los paraguas que están en el paragüero de la entrada y me meto en la cabina telefónica de la esquina.
Marco el número de la Policía:
- ¿Es la Policía? Oiga, que quiero denunciar algo que he visto en los servicios de la Cafetería “Expresa” y que me parece muy mal. – Sí. He visto cómo se metían cocaína dos o tres personas de una reunión que hay... – Sí. Además he visto que algunas personas de la reunión se pasaban unos sobrecitos pequeños... – Estoy llamando desde una cabina... - ¿Mi nombre? ¿Para qué hace falta mi nombre? ¿No me meteré en ningún lío...? Vale, vale. Me llamo Diego Oriente ...Sánchez... ¿DNI... No lo llevo encima, pero más o menos me sé el número, aunque puede haber algún fallo: 75750802R... Bueno, adiós.
- Espero que se les “joda” la mañana a esos listillos.
Satisfecho, me encamino para la Cafetería “Arthurs” que tiene un cafelito muy bueno...
En una esquina, cerca de la entrada, hay un tío calvo tocando el saxofón... – Si espera que le echa alguna moneda, “va dao”, se puede esperar sentado...
Ya dentro de la cafetería, me doy cuenta de uno que se levanta de una mesa y se va, dejando dinero... Yo, que soy simple, pero no tonto, me paro, disimulando, hago un cálculo rápido y como el que no quiere la cosa, alcanzo el servilletero y tapándome un poco, cojo uno de los dos billetes de cinco euros y, tranquilamente, me dirijo hacia la barra.
-¡Por favor! Un cafelito con leche...
- Estoy mal de “fondos”, la temporada de pesca está siendo mala y he podido vender muy poco pescado. Voy a tener que darle otro sablazo a mi vieja, porque al viejo resulta difícil sacarle algún euro, salvo que me lo encuentre durmiendo la mona y pueda “revisarle” la cartera (aunque eso no es siempre una garantía y yo tengo que actuar con mucha vista para que no sospeche, porque es un verdadero lince controlando su dinero).