Ayer no hubo suerte en la “inspección” de la cartera de mi padre. ¡Y mira que me costó trabajo cogerla!; se acostó vestido y, encima, mi madre le tapó con una manta. ¡Un numerito, para nada! ¡Ya ves tú..., tenía encima un billete de cinco euros...! Pero no podía quitárselo... porque se iba a dar cuenta... En fin, para otra vez habrá más suerte...
Hoy no he salido muy temprano, pero me dirijo a dar una vuelta por el puerto y, ¡lo que son las casualidades de la vida!, al pasar por la plaza de abastos, –es que me gusta ver el pescado y esas cosas...-, me he encontrado frente a frente con Diego, un chaval de Conil, que trabaja en uno de los ventorrillos (creo que se llama “El gato pardo” o algo así) que hay cerca de la gasolinera; es el que me pidió algunas recetas de mi madre...
- Quillo, ¡qué cosas...!, ayer mismo estaba yo pensando en ti y te iba a escribir algunas recetas, lo que pasa es que estaba un poco cansado...
- Hombre, Tizón, ¡no hay quien te vea! Mi jefe me ha preguntado varias veces por ti. ¡Como ya no nos llevas ni pescado ni algún canutillo de esos que a ti te gustan...!
- Mira, Diego, lo de los canutos lo he dejado del todo, porque un guardia civil, amigo de mi padre, me avisó muy seriamente de que me tenían vigilado y que iban a por mí, así que, yo seré lo que sea, pero no me quiero ver en Puerto II... En cuanto a lo del pescado, te puedo decir que este año, hasta la fecha, no he cogido en la playa ni un “vivo”, –entre los temporales y el frío, no ha habido forma humana...; el único pescado que he visto es el que he podido arramblar en el puerto o el que me han regalado algunos colegas que están embarcados...; pero no te preocupes que ya vendrán buenos tiempos y volveré a coger “bailas y magallones”... y si queréis las “lisas”, también las puedo coger para llevároslas...
- Bueno, tú sabes que las “lisas” sólo te las compramos si no hay pescado de categoría... ¡Tú ya sabes...! Por cierto ¿qué hay de las recetas...? ¿Te las da tu madre o qué?
- Quillo, no hace falta que me las dé mi madre, porque en mi casa hay un libro de recetas que escribió un tío abuelo que se llamaba Curro y que son las mismas recetas que hace ella, lo que pasa que mi tío estaba un poco “guillao” y las escribió en verso, pero, ¡vamos!, eso no tiene nada que ver..., se entienden perfectamente, ¡hasta yo las entiendo...!, bueno, hay algunas cositas que..., pero, ¡en fin...!
- Bueno, pues déjame el libro y yo las voy copiando...
-¡Uf! ¡Cualquiera le dice a mi madre que voy a prestar el libro...! Le tiene un cariño que no veas... ¡Es capaz de pegarme...! Lo que podemos hacer para hacerlo fácil, es que tú vayas un día a mi casa y entre los dos copiamos lo que haga falta...
- Mira tú, no es mala idea... Nos pondremos de acuerdo. Yo he venido con la furgoneta del restaurante, a comprar unos salmonetes y unas doradas que me ha encargado el cocinero, y después tengo todo el día libre hasta las 8 de la tarde que tengo que volver a currar.
Yo, que vi la posibilidad de conseguir “algo”, le comenté a Diego:
- Quillo, pues te acompaño a comprar y tú me acompañas un momento al puerto por si ha llegado alguno de mis colegas y te puedo conseguir algún pescadito barato...
- Vale, - me dijo Diego, - yo no tengo mucha prisa...
Con la compra hecha y ya en el puerto, en una hora y media conseguí un par de “voraces” y unos dos kilos de “besugos” medianos. Como Diego no quería comprometerse, le acompañé hasta el restaurante y convencí a su jefe para que me comprara el lote: saqué veinticinco euros, que no estaba mal y me invitaron a dos cervezas...
Todavía no eran las doce y Diego me dice:
- Yo ahora estoy libre, ¿por qué no nos llegamos a tu casa y hacemos algo de lo de las recetas?
- Por mí vale. ¿Y cómo nos vamos?
- Cogemos el autobús que para cerca de la puerta o hacemos auto-stop...
No tuvimos que hacer ninguna de las dos cosas, porque un cliente que iba para el centro se ofreció a llevarnos. Nos dejó muy cerca de mi casa, a la entrada del barrio de “La Lucsa”.
- Hola, mamá, tú ya conoces a mi amigo Diego, el que te comenté que trabaja de ayudante de cocinero y, más adelante, cuando pueda, quiere montar una casa de comidas. Ha venido por lo de las recetas.
Mi madre, rápidamente comentó: - Ah, sí, pero tened mucho cuidado con el libro, ¿eh?, que es un regalo de mi tío Curro el escritor.... Y, dirigiéndose a Diego: -¿quieres una cervecita o un cafelito? (Para esas cosas de las visitas, mi madre es muy cumplida...).
- No, señora, muchas gracias, -contestó mi amigo.
Busqué el libro y yo y mi amigo nos metimos en mi cuarto.
Yo, que llevaba una idea fija, comencé a buscar y rápidamente encontré la primera receta que quería que copiara.
- Fíjate, te voy a leer esta receta, a ver si te gusta, ¡mi madre la hace que te chupas los dedos...!
- Mi tío Curro decía que eran “Recetas de pobres”. Ésta se llama: “Raya en pimentón” y la hacían mucho los marineros cuando comían en la mar...
- Te la leo primero para que te hagas una idea y después, si quieres, la copias.
- ¡Vale!
“Raya en pimentón”
Exótico y de pobre, pero magnífico,
el plato barbateño que ahora os regalo.
Los ingredientes
preparemos primero,
son bien sencillos:
Como es de lógica,
lo importante es la raya.
¡Que esté bien fresca!
Comino en grano
(también molido),
pimentón y vinagre,
son esenciales.
Pan, un poquito,
y aceite suficiente.
Sal que no falte...
Dientes de ajo,
sanos y de la tierra,
media docena.
Y algo moderno:
pastillita de caldo,
que da su punto...
Sólo nos queda:
agua, de la corriente
y ya está todo...
Limpiar la raya
y con mucho cuidado
despellejarla.
Cortarla en trozos
y salarla con mimo,
dejando aparte.
Preparar luego
la sartén, con aceite
y ajos picados.
A eso añadirle
el pan para que fría
con el aceite.
Ya todo frito
y apartado del fuego,
busca un mortero...
El pan, los ajos,
la pastilla de caldo,
todo el comino
y hasta el vinagre,
mezclaremos sin tregua
en el mortero...
Machacar fuerte
para hacer un conjunto
bien homogéneo.
...Va el pimentón,
en la sartén caliente,
fuera del fuego...
¡Mueve y remueve!
Incorpora la raya.
¡Sartén al fuego!:
y, sin pararte,
añade lo majado,
siguiendo el ritmo.
Limpia con agua
el mortero y la “mano”
que hemos usado;
esta agua añade
al conjunto de raya,
para cubrirla.
A fuego medio,
deja quince minutos
que se cocine.
Prueba de sal;
si hace falta, corrige,
mas sin pasarte.
¡Plato de Reyes!
No debe estar caldoso,
pero... a tu gusto...
- Al final, mi tío se explica: ("mano": la mano del mortero).
- ¿Qué te parece? Yo creo que esta receta es muy buena, a mí me encanta...y me harto de mojar pan en la salsa...
- Bueno, nunca la he probado, en la foto del libro tiene buena pinta... -Y sacando un boli y un bloc de esos que cabe en un bolsillo, -Voy a copiarla, anotando los ingredientes y la forma de hacerla, pero, sin versos, ni nada... ¡Ve leyéndomela otra vez, pero poco a poco...!
Hoy no he salido muy temprano, pero me dirijo a dar una vuelta por el puerto y, ¡lo que son las casualidades de la vida!, al pasar por la plaza de abastos, –es que me gusta ver el pescado y esas cosas...-, me he encontrado frente a frente con Diego, un chaval de Conil, que trabaja en uno de los ventorrillos (creo que se llama “El gato pardo” o algo así) que hay cerca de la gasolinera; es el que me pidió algunas recetas de mi madre...
- Quillo, ¡qué cosas...!, ayer mismo estaba yo pensando en ti y te iba a escribir algunas recetas, lo que pasa es que estaba un poco cansado...
- Hombre, Tizón, ¡no hay quien te vea! Mi jefe me ha preguntado varias veces por ti. ¡Como ya no nos llevas ni pescado ni algún canutillo de esos que a ti te gustan...!
- Mira, Diego, lo de los canutos lo he dejado del todo, porque un guardia civil, amigo de mi padre, me avisó muy seriamente de que me tenían vigilado y que iban a por mí, así que, yo seré lo que sea, pero no me quiero ver en Puerto II... En cuanto a lo del pescado, te puedo decir que este año, hasta la fecha, no he cogido en la playa ni un “vivo”, –entre los temporales y el frío, no ha habido forma humana...; el único pescado que he visto es el que he podido arramblar en el puerto o el que me han regalado algunos colegas que están embarcados...; pero no te preocupes que ya vendrán buenos tiempos y volveré a coger “bailas y magallones”... y si queréis las “lisas”, también las puedo coger para llevároslas...
- Bueno, tú sabes que las “lisas” sólo te las compramos si no hay pescado de categoría... ¡Tú ya sabes...! Por cierto ¿qué hay de las recetas...? ¿Te las da tu madre o qué?
- Quillo, no hace falta que me las dé mi madre, porque en mi casa hay un libro de recetas que escribió un tío abuelo que se llamaba Curro y que son las mismas recetas que hace ella, lo que pasa que mi tío estaba un poco “guillao” y las escribió en verso, pero, ¡vamos!, eso no tiene nada que ver..., se entienden perfectamente, ¡hasta yo las entiendo...!, bueno, hay algunas cositas que..., pero, ¡en fin...!
- Bueno, pues déjame el libro y yo las voy copiando...
-¡Uf! ¡Cualquiera le dice a mi madre que voy a prestar el libro...! Le tiene un cariño que no veas... ¡Es capaz de pegarme...! Lo que podemos hacer para hacerlo fácil, es que tú vayas un día a mi casa y entre los dos copiamos lo que haga falta...
- Mira tú, no es mala idea... Nos pondremos de acuerdo. Yo he venido con la furgoneta del restaurante, a comprar unos salmonetes y unas doradas que me ha encargado el cocinero, y después tengo todo el día libre hasta las 8 de la tarde que tengo que volver a currar.
Yo, que vi la posibilidad de conseguir “algo”, le comenté a Diego:
- Quillo, pues te acompaño a comprar y tú me acompañas un momento al puerto por si ha llegado alguno de mis colegas y te puedo conseguir algún pescadito barato...
- Vale, - me dijo Diego, - yo no tengo mucha prisa...
Con la compra hecha y ya en el puerto, en una hora y media conseguí un par de “voraces” y unos dos kilos de “besugos” medianos. Como Diego no quería comprometerse, le acompañé hasta el restaurante y convencí a su jefe para que me comprara el lote: saqué veinticinco euros, que no estaba mal y me invitaron a dos cervezas...
Todavía no eran las doce y Diego me dice:
- Yo ahora estoy libre, ¿por qué no nos llegamos a tu casa y hacemos algo de lo de las recetas?
- Por mí vale. ¿Y cómo nos vamos?
- Cogemos el autobús que para cerca de la puerta o hacemos auto-stop...
No tuvimos que hacer ninguna de las dos cosas, porque un cliente que iba para el centro se ofreció a llevarnos. Nos dejó muy cerca de mi casa, a la entrada del barrio de “La Lucsa”.
- Hola, mamá, tú ya conoces a mi amigo Diego, el que te comenté que trabaja de ayudante de cocinero y, más adelante, cuando pueda, quiere montar una casa de comidas. Ha venido por lo de las recetas.
Mi madre, rápidamente comentó: - Ah, sí, pero tened mucho cuidado con el libro, ¿eh?, que es un regalo de mi tío Curro el escritor.... Y, dirigiéndose a Diego: -¿quieres una cervecita o un cafelito? (Para esas cosas de las visitas, mi madre es muy cumplida...).
- No, señora, muchas gracias, -contestó mi amigo.
Busqué el libro y yo y mi amigo nos metimos en mi cuarto.
Yo, que llevaba una idea fija, comencé a buscar y rápidamente encontré la primera receta que quería que copiara.
- Fíjate, te voy a leer esta receta, a ver si te gusta, ¡mi madre la hace que te chupas los dedos...!
- Mi tío Curro decía que eran “Recetas de pobres”. Ésta se llama: “Raya en pimentón” y la hacían mucho los marineros cuando comían en la mar...
- Te la leo primero para que te hagas una idea y después, si quieres, la copias.
- ¡Vale!
“Raya en pimentón”
Exótico y de pobre, pero magnífico,
el plato barbateño que ahora os regalo.
Los ingredientes
preparemos primero,
son bien sencillos:
Como es de lógica,
lo importante es la raya.
¡Que esté bien fresca!
Comino en grano
(también molido),
pimentón y vinagre,
son esenciales.
Pan, un poquito,
y aceite suficiente.
Sal que no falte...
Dientes de ajo,
sanos y de la tierra,
media docena.
Y algo moderno:
pastillita de caldo,
que da su punto...
Sólo nos queda:
agua, de la corriente
y ya está todo...
Limpiar la raya
y con mucho cuidado
despellejarla.
Cortarla en trozos
y salarla con mimo,
dejando aparte.
Preparar luego
la sartén, con aceite
y ajos picados.
A eso añadirle
el pan para que fría
con el aceite.
Ya todo frito
y apartado del fuego,
busca un mortero...
El pan, los ajos,
la pastilla de caldo,
todo el comino
y hasta el vinagre,
mezclaremos sin tregua
en el mortero...
Machacar fuerte
para hacer un conjunto
bien homogéneo.
...Va el pimentón,
en la sartén caliente,
fuera del fuego...
¡Mueve y remueve!
Incorpora la raya.
¡Sartén al fuego!:
y, sin pararte,
añade lo majado,
siguiendo el ritmo.
Limpia con agua
el mortero y la “mano”
que hemos usado;
esta agua añade
al conjunto de raya,
para cubrirla.
A fuego medio,
deja quince minutos
que se cocine.
Prueba de sal;
si hace falta, corrige,
mas sin pasarte.
¡Plato de Reyes!
No debe estar caldoso,
pero... a tu gusto...
- Al final, mi tío se explica: ("mano": la mano del mortero).
- ¿Qué te parece? Yo creo que esta receta es muy buena, a mí me encanta...y me harto de mojar pan en la salsa...
- Bueno, nunca la he probado, en la foto del libro tiene buena pinta... -Y sacando un boli y un bloc de esos que cabe en un bolsillo, -Voy a copiarla, anotando los ingredientes y la forma de hacerla, pero, sin versos, ni nada... ¡Ve leyéndomela otra vez, pero poco a poco...!
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