jueves, 9 de abril de 2009

6ª Semana - Tizón

- Mira, hijo, ayer te llamó por teléfono Jesús el de Barbate, el que trabaja contigo en la almadraba..., se me olvidó decírtelo.. –Le comentaba María, la madre de Rutilio (Tizón), a su hijo, mientras le ponía el café con leche y la tostada con manteca del desayuno.

- ¿No te dijo lo que quería...?... –Casi sin terminar la frase, se llevó la mano derecha a la cabeza y comentó, susurrando: ¡Anda...! Se me ha pasado que tenía que llevar el certificado médico a la oficina, para poder trabajar esta temporada... Seguro que él ya ha estado en la oficina del Real y le habrá dicho algo el administrador... ¡Con la mala leche que tiene...!

Su madre, que, a pesar del susurro, le había oído perfectamente, comenzó a recriminarle:

- ¡¡No me digas que se te ha olvidado sacar el certificado...!! ¡¡La temporada pasada te pasó lo mismo y por poco te echan...!! ¡¡Es que eres un desastre, con lo cerquita que está el médico...!! ¡¡Desde luego, como no sientes la cabeza, me vas a quitar del mundo...!! (Y hablando para sí misma: ¡Esto es un sinvivir!).

- ¡Venga, ma! ¡Que no pasa nada! Prepárame la ropa, que, en cuanto termine de desayunar, me ducho y voy al médico para que me dé el certificado y me paso por la oficina...

- Malamente empieza el día, -pensaba para sus adentros Tizón, que, la noche antes, se había acostado con cierto desasosiego, entre el apagón y el hecho de que “Tolete” no aparecía “por el mundo Dios” (aunque, para él, ambos hechos no tuvieran ninguna conexión).

Aún no había terminado de desayunar, cuando se presentó en la casa, toda llorosa, Lola, la madre de “Tolete” que, entre sollozos le decía:

- ¡Por Dios! ¡Que mi niño salió ayer por la tarde a reunirse contigo y no ha aparecido en toda la noche... ¡ ¡Seguro que le ha pasado algo...! ¿Dónde se ha podido meter? ¡Tú tienes que saber algo, porque él fue a buscarte...! ¡¡Por favor, ayúdame a encontrarlo...!!

- ¡Tranquila, Lola, que Juanito aparece!, -contestó Tizón, intentando consolar a la mujer, con gesto amable y actitud de colaboración.- Ahora mismo yo no sé dónde puede estar, porque ayer por la tarde yo no lo vi; pero te prometo que voy a reunirme con unos amigos y lo vamos a buscar. ¡Tú tranquila, que lo vamos a encontrar, porque yo sé los sitios que él conoce y a los que le gusta ir...!

Rápidamente terminó de desayunar y, olvidándose de la ducha y del certificado médico, se fue a buscar un par de amigos que vivían cerca y, sin perder tiempo, se dirigieron en derechura a los montes cercanos, comentando entre ellos cuáles serían las mejores posibilidades de actuación, aunque parecían tener bastante claro la zona inicial donde comenzar la búsqueda de su amigo.

- Yo creo que lo mejor es empezar por la “Cueva del Loco”, -comentaba Tizón a sus dos amigos.- Y si no aparece por allí, vamos después a las cuevas del “Barranco de las perdices”, que yo he estado muchas veces allí con él, sobre todo en la que tiene una especie de manantial... Pero antes me gustaría que fuéramos al sitio donde ha ardido lo de la luz, porque tengo un presentimiento y quiero echar un vistazo... No sé por qué, pero me da a mí que Juanito... ¡En fin!... ¡Vamos a ver lo que pasa...!

- Yo he cogido dos naranjas para el camino... ¿Vosotros no lleváis nada...? Pues sí que estamos aviados... ¡Qué poco vamos a durar buscando...!

Al llegar a la zona de “La huerta perdida” se encontró a la chica rumana que, junto a una pareja de personas mayores, intentaban transportar algunos enseres y bultos con ropa. Al ver que se acercaba, la chica se dirigió a él en tono airado y con cierto aire rabioso:

- ¡Tu amigo produjo incendio...! ¡Me contó mi padre...! ¡Vino ayer y pegó patada a estufa fuego y todo comenzó arder..., mucho fuego...! Después corrió mucho... ¡Tu amigo...! Mis padres sólo salvaron esto... Después incendió corrió por árboles y fue a casa con cables y luego vino mucha gente...Yo ya dije a policía, aunque mis padres no papeles... –Y, a continuación, se derrumbó sollozando.

- Mujer, es que mi amigo Tolete es un poco retrasado y no sabe muy bien lo que hace; seguramente tropezó y lo hizo sin querer... ¿No sabes para dónde corrió?

- Sí, mi padre dice que fue para allá... –le contestó, mansamente, la chica, señalando hacia el norte.

- Bueno, perdona, pero es que estamos intentando encontrarlo, porque no ha aparecido en toda la noche; y eso que la Guardia Civil lo ha estado buscando...

Se dirigieron con decisión hacia la parte de la “Cueva del Loco” y buscaron denodadamente en las oquedades y refugios que más posibilidades tenían como escondites, pero no encontraron ni siquiera algún indicio que pudiera indicarles, ni remotamente, que por alli estuviera o hubiera estado el amigo Tolete.

Algo desanimados, se sentaron a descansar un poco y Tizón tuvo el detalle de compartir con sus dos amigos una de las naranjas que llevaba.

- Pues vamos a tener que ir al “Barranco”, a ver si allí hay más suerte...

Con algo menos de ardor que al principio, se dirigieron a la zona comentada, llamando de vez en cuando a Tolete y tratando de identificarse para que su amigo no tuviera miedo.

Para el que no conozca muy bien la zona, conviene decir que la mayor parte del terreno está ocupada por lo que se conoce como “monte bajo”, pero esta expresión puede dar lugar a error, incluso a la gente que vive en los alrededores, porque, visto desde cierta distancia, el “monte bajo” engaña en su apariencia, pues no da la sensación de ser demasiado difícil de salvar, hasta que uno llega a su entraña y comprende que en ocasiones es casi imposible de atravesar, por lo inextricable de su vegetación, en la que se entremezclan palmitos, zarzas, aulagas, jérguenes, enredaderas, zarzaparrilas, lentiscos, jaras, rosales silvestres, majuelos, espinos, madroños, acebuches, etc., como si se tratara de una jungla impenetrable; por cierto, no sé a quien se le ocurrió lo de “bajo”, porque, lo normal es que supere muy ampliamente la altura de un hombre.

Con estas circunstancias, iba pasando implacablemente el tiempo sin resultados, y ya rebasada con creces la hora de volver para comer y totalmente desgañitados y agotados, se sentaron para acabar con la segunda naranja y volverse a casa.

- ¡No veas lo que le va a entrar a Lola cuando nos vea llegar sin su hijo...! ¡Le diremos que esta tarde vamos a volver y que no pararemos hasta que aparezca...! -comentaba Tizón con resignación y sin visos de esperanza.

Ya habían iniciado el camino de vuelta, con movimientos lentos y torpes, como con desgana y con el ánimo por los suelos, cuando Tizón, en un último y desesperado intento por forzar lo que ya parecía claro, sacando fuerzas de flaqueza, gritó con toda su alma, desde el fondo de su garganta:

- ¡¡¡TOLETEEEE...!!! ¡¡¡TOLETEEEE...!!!

Como ya esperaba, sólo le contestó el eco...

Reiniciaron la marcha, pero, como surgida de la nada, oyeron una voz, con un punto de desgarro y algo rota:

-¡Tizón... Tizón...!

Se pararon en seco, pero, de momento, no eran capaces de distinguir el lugar de donde procedía la voz, aunque imaginaban que era de una de las cuevas que ya habían dejado atrás.

Tizón, con cierta urgencia, por lo que le salió más debilitada, repitió su llamada:

- ¡¡¡TOLETEEEE...!!! ¡¡¡TOLETEEEE...!!!

- ¡Sí, Tizón, sí!

A unos ochenta metros, vieron aparecer la figura de su amigo, algo vacilante, pero que, decididamente se dirigía hacia ellos.

A Tizón le desapareció todo el cansancio como por ensalmo y se le olvidó el hambre y la sed, reconociendo, dentro de su simpleza, que ese momento era uno de los más emocionantes que había vivido en su vida, sólo comparable a aquella vez que había encontrado en la playa a un pez emperador de cerca de 40 kilos (pero eso era otra historia).

¡Había encontrado a su amigo! ¡Sería un héroe para Lola... y para los vecinos...!


Francisco.

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